En artículos anteriores les he mencionado los pasos a seguir para reducir los desechos de nuestras vidas y cada semana les muestro ejemplos de cómo los he aplicado, pero no hemos profundizado mucho en ellos. Creo firmemente que apegarse a esta metodología nos ayuda a cambiar nuestro ambiente, por lo tanto, es primordial detallar en cada concepto para sacarle el mayor provecho.
Antes de seguir, resumamos los pasos para reducir desperdicios. Aclaro que yo no me inventé estos pasos, en San Google los van a encontrar una y otra vez. Se prefiere seguirlos en orden a la hora de planificar nuestras compras:
Rechazar lo que no necesitamos
Reducir lo que si necesitamos
Reutilizar para alargar la vida útil de las cosas
Reciclar los pocos materiales que entran en nuestras vidas
Compostar todo lo orgánico
Los pasos del 2 al 5, no dejan de ser importantísimos, no obstante, hoy nos centraremos en el primer paso (rechazar), cómo nos sirve y cómo lo empezamos a implementar en nuestras rutinas. Vale la pena profundizar en el tema “rechazar” porque es el primer paso y no lo podemos saltar; más que una cuestión de orden, se trata de relevancia. Rechazar es la fuente de tu poder como consumidor y como agente de cambio.
Rechazar es evitar consumir empaques y materiales innecesarios.
Tan simple como eso… De verdad es el medio más rápido y efectivo para DESEAR la vida sin basura. Nos da un informe de la situación actual y nos avisa del reto ante nosotros.
Sí, me van a decir “Di, no voy a poder alimentarme porque todo viene empaquetado”. Yo les digo que no desesperen. Tenemos la idea de que todo viene empaquetado porque así nos lo ofrece el sistema dominante, pero no quiere decir que sea la única manera. Una cosa es que exista un sistema dominante (supermercados, tiendas de conveniencia, paquetitos por aquí y por allá, todo para llevar) y otra cosa es decidir funcionar al son de ese sistema. Vos escogés tu participación, ojalá te des permiso de quebrar el molde para liberarte de patrones de consumo limitantes y contaminantes.
Esto requiere un periodo de transición; por favor tengan la confianza de que es completamente realizable. ¿Cómo? Estableciendo límites de compra por los empaques. El fin de decir NO con frecuencia es activar una nueva configuración mental. El ponernos límites de compra de manera constante coloca nuestro cerebro en piloto automático y una vez que eso ocurre, el recorrido se vuelve más ameno.
Rechazar nos permite abrir el portillo a variaciones del sistema de compra y poco a poco quedamos inmersos en el nuevo mundo. Una vez que sabés qué NO vas a comprar, es más fácil encontrar lo que SÍ querés. Al limitar las opciones, obtenés más libertad. El exceso de opciones roba la energía necesaria para movernos distinto. Si reducimos nuestras opciones, ganamos el control de nuestra basura. Les aseguro que una vez logrado eso no van a querer volver al modo previo.
A pesar de ser un concepto simple, el éxito de este ejercicio recae en la estrategia de usemos según nuestra rutina. Puede ser abrumador pensar en rechazar TODO lo empaquetado de una sola vez. Por eso mi consejo para el éxito es: IR POR PARTES (de manera constante).
Enfoquen sus energías. Sería falso decirles que va a ser facilísimo evitar comprar empaques en un principio, pero tampoco va a ser terrible. Ir por partes significa escoger 1 producto y decidir no comprarlo por un tiempo (intenten 1 semana o 1 mes). Me encantaría que eso lleve al “para siempre”, ya eso es cuestión de cada uno. De todas maneras, créanme que lo van a poder sobrellevar tranquilos.

Usemos galletas para pintar el cuadro, digamos que decidís no comprar galletas porque vienen empaquetadas. ¿Qué sucede? Se viene la realidad con una bofetada: vas a tomar café con familiares y hay galletas; vas de paseo y tu snack inicial serán unas galletas; estás a dieta y la merienda recomendada incluye unas galletas light en específico; vas a la playa, pedís un ceviche y adiviná, trae galletas. ¡Los empaques salen por todo lado!
Acá te empezás a dar permisos porque creés que no tenés control sobre las compras de tu familia ni para descartar la galleta light que recomendó la nutricionista (cada quién es juez de su proceso). Ahí seguís con la espinita de cómo no consumir galletas empaquetadas vos y te siguen saliendo los empaques por todo lado.
Lo que pasa es que las buscás en el mismo lugar de siempre, en el pasillo especial de las galletas del supermercado, pulpería o tienda de la gasolinera. En ese pasillo exclusivamente dedicado a galletas empaquetadas, lo único que vas a lograr es arrugar la cara al finalmente decidir si comprarlas o no. Para mi ese “arrugar la cara” es crucial. En el momento que estés frente a empaques y te de un calambre mental porque no lo podés comprar (por el empaque), aquí mis queridos amigos se logra la nueva configuración. Después de eso, no hay vuelta atrás.
Por dicha, con el tiempo, dejás de ir al pasillo de las galletas, te desintoxicás el cerebro del azúcar y te das cuenta que hay otros tipos de dulces en el mundo que no ofrecen empaques. Inicialmente descubrís la repostería cerca del pan recién hecho o al otro lado de la soda, o empezás a considerar otras fuentes menos obvias para galletas: hacerlas vos mismo, comprarlas en S_bw_y (en tu propia bolsa) o incluso hacer un trato con la vecina pastelera.
Una vez interiorizado el asunto con las galletas, vas por el siguiente producto, y dado que ya te movilizás diferente para esta compra, empieza a parecer más sencillo recurrir a otros comercios que ofrecen productos sin empaques. Y al repetir este ejercicio varias veces y con varios productos, lográs activar el piloto automático anti-empaques.
Para cerrar, quiero volver a destacar que cada quien decide su sistema de consumo. No puedo dictar yo eso, sin embargo, es innegable que la vida toma otro rumbo al colocar límites. Para sus fines personales, elijan el producto empaquetado de su preferencia. Yo empecé por dejar de comprar chicles hace más de 1 año, por ejemplo, y heme aquí.
Ya algunos amigos me han dicho que piensan en mi cuando van a comprar un paquete de papitas, arrugan la cara en mi honor y lo dejan ahí. Al parecer les he arruinado el gusto por las papitas empaquetadas. En este punto es donde mi trabajo está hecho y, al mismo tiempo, es justo donde mi trabajo apenas empieza.
¡Feliz día!
Di Vargas