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MI HUERTA Y YO

Vengo de una familia de mujeres jardineras que se comparten fotos de las maravillas que hacen crecer, flores y helechos gigantes adornan toda la casa. Admiro cómo disfrutan nutrir y cuidar una planta hasta ver sus frutos. Tal es la calidad de sus obras que muchos les piden los famosos “hijitos” esperando obtener un poco de esa belleza.

Como podrán imaginar yo no heredé esas habilidades que parecen salir tan natural en ellas. Mi historial es corto y poco alentador: tuve una mata de orégano (que me regaló mi mamá) y la pobre casi no sobrevive (mea culpa). Vivió solo porque mi mamá se encargó de darle el debido cuidado, mientras que yo la consideraba un caso perdido.

Entonces, ¿por qué hacer una huerta?

Porque me creo ese rollo de sembrar hortalizas por las ciudades. De seguro alguno ha visto videos de pueblos que sustituyeron las flores por zanahorias, de modo que cualquiera puede alimentarse. En este momento parece misión imposible, seguro solo en las tierras desarrolladas del primer mundo logran organizarse para eso.

Sin embargo, esta idealista insiste que no estaría mal fomentar comunidades más unidas y participativas por medio del aprovechamiento de los jardines para hacer huertas. Podríamos distribuir las responsabilidades en los vecindarios: una casa siembra hierbas, otra siembra pepino, otra lechuga, otra tiene chiles, papas, berenjena, etc. Una vez cada cierto tiempo se comparten los frutos o se incentiva el pasar donde la vecina a pedir una ramita de perejil.

Tiene sentido poder abastecerse uno mismo de algunos productos de consumo regular, siendo de esperar que cada casa o apartamento colabore según se pueda. Por ejemplo, unos amigos viven en un apartamento en San José y disfrutan tomar té de su propia jardinera en la ventana. Por otro lado, en mi casa se come lechuga todo el tiempo, entonces veamos si podemos hacer al menos una ensalada.

Claro, nada de esto es realizable si no sabemos (YO) cómo sembrar. Es como dicen por ahí, todos quieren parquear en sombra, pero nadie siembra árboles… [Música de ritual] Por eso, ganar el espacio en el patio es trascendental. Es todo un voto de confianza para invertir en esa idea y ganar las habilidades necesarias.

Entrando en detalle sobre mi huerta, su estructura consta de la pared de la casa y una tabla de madera que ya teníamos, las cuales forman un cajón de 1,5 x 1,7 metros más o menos. Lo llenamos de tierra abonada y listo. La inversión inicial ronda los 25.000 colones tomando en cuenta las 6 bolsas de tierra, un par de plantas y las semillas.

En vista que mi educación en huertas es básicamente los videos informativos de redes sociales, el haber sembrado arúgula, chile, lechuga, apio, perejil, tomillo, culantro de coyote, el orégano (round 2), albahaca, cebollino y tomate cherry representa un reto sustancial.

Este ejercicio es completamente empírico, con la práctica voy aprendiendo a identificar la hora ideal para regar las plantas, quitarles las hojas amarillentas, aprender a no enredarme en la manguera y evitar hacer pozos de barro. Disculpen la ingenuidad, realmente son cosas que nunca había hecho antes (estoy segura que muchos están en la mismas).

Me come el suspenso entre que pasan los días y la impaciencia me hace dar vueltas para ver si ya nace la arúgula. La naturaleza por su lado, siendo sabia como siempre, me va dando previews como las primeras hojitas del tomate o el renacer de la albahaca trasplantada. Cada etapa tiene su encanto, incluso regar las matas se vuelve divertido y de paso me sigo fijando si salen hojas nuevas. Claro está que de acá a que me coma un tomate falta rato…

Confesión de final de artículo:

Iba avanzada la siembra cuando entré en cuenta de que compré las semillas con empaque.

Me apena mucho contarles eso, de verdad. Ustedes se merecen la verdad del proceso, porque como he insistido, no es de la noche a la mañana que logramos eliminar la basura del ambiente. Tengo poco (o casi nada) en mi defensa, es la consecuencia de un momento de distracción. Me dejé llevar por la emoción de recibir mi cuadrito de jardín, pudiendo conseguir hijitos o recolectar semillas de otra manera.

Por este motivo hago un recuento de los materiales generados en la construcción de la huerta: 2 bolsas plásticas, 3 macetas plásticas, 4 empaques de cartón, 6 sacos. Solamente las semillas de chile dulce no ocuparon empaque (adivinen quién las preparó). Prometo ser más cuidadosa la próxima vez y reutilizar lo que generé.

En fin, atrevámonos a sembrar algo. Hale a un cursito de huertas urbanas, veamos videos, ensuciémonos las manos y celebremos cuando salga la cosecha…, si no es que la mosca blanca se come todo primero.

Di Vargas


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