Hace unos días me apunté de imprevisto (legítimo de un día para otro) a un paseo al Caribe con unos amigos que vinieron de visita a Costa Rica. Sin preparación previa me aventuré a disfrutar la playita sin generar basura.
Meses atrás intenté esto en un paseo a Sámara. Había formulado con todo un plan, el cual no resultó como lo esperaba. Pero esta vez fue otra cosa.
Así fue como logré reducir significativamente mi huella en la playa:

EMPAQUÉ
Además de mi bulto con el traje de baño, paño y ropa necesaria, me aseguré de llevar mis artículos de cuidado personal sin tanto plástico (como el shampoo y el cepillo de dientes), mi bolsa impermeable para la ropa mojada y la versión del kit para el diario vivir con 2 bolsas de tela, la pajilla, mi vaso de café, la botella de agua, una cuchara y un pañuelo.
El día del viaje me rasuré rápidamente con mi maquinilla de doble filo, tomé la buena actitud y partí a tomar mi bus de 8 a. m.
COMÍ Y BEBÍ
Para picar compré dos manzanas en la estación de bus antes de salir.
En la parada de Limón, usé una de mis bolsas de tela para abastecerme de maní (ya saben que el maní es de mis antojos preferidos). Por dicha al salir a investigar encontré de sorpresa hay un puesto del Tostador donde venden a granel.
Logré evitar la galleta soda del ceviche ordenando unos patacones adicionales y comprobé que de hecho sabe mucho más rico así.
Asimismo, donde desayuné servían el azúcar en azucarera, entonces pude disfrutar café endulzado sin bolsitas individuales.
El resto de comidas fueron en restaurantes, lo cual lastimosamente trajo dos materiales que no alcancé evitar en el momento:
Una botella plástica: los meseros afirman que el agua no es potable en Puerto Viejo. En ese momento no quise jugármela y adquirí la botellita. Más tarde recordé que podía ordenar refrescos naturales y rellenar mi botella reutilizable. ¿Por qué no lo pensé desde un principio?
Una pajilla plástica: aunque fui enfática con el “sin pajilla por favor”, la comunicación entre los meseros no fue óptima, por lo que recibí una pajilla plástica desechable. Cuando la vi, de inmediato la devolví diciendo: “Tome, gracias, yo la pedí sin esto”. Proseguí a usar una pajilla reutilizable.
No puedo dejar por fuera de este resumen las cervecitas. Esta vez no llevé botellas conmigo. Consumí mis cervezas principalmente en restaurantes y solo compré un litro en vidrio en el súper. A pesar de que, según mi amigo cervecero artesanal, el consenso es que la lata es mejor que la botella de vidrio (por motivos que podemos detallar luego), no es terrible utilizar botellas de vidrio si les damos su correcta disposición y mejor si las reutilizamos. ¿Será hilar muy fino en el tema?
ALGO QUE DE FIJO NO EVITÉ: el envase del repelente. No quiero enfermarme por culpa de algún mosquito entonces de fijo compro repelente. Entre las opciones disponibles preferí el envase que parece ser más fácil de reciclar, no el aerosol ni el spray. Sin embargo, sigue siendo un plástico feo.
LIMPIÉ LA PLAYA
Finalmente, no faltó la limpieza de playa en Cahuita. Aun en las playas galardonadas con Bandera Azul Ecológica siempre hay residuos que encontrar. Como de costumbre, fue poco el tiempo que pasó antes de hallar una bolsa plástica para recolectar los desechos. Acabé colocándolos en el basurero del lugar.
¡Y eso es todo! Al parecer estos meses de experiencia previniendo y rechazando materiales hizo que me fuera mucho mejor, conseguí más victorias que fallonazos, además de la paz de disfrutar la arena y el sol.
Sé que no puedo prever todas las situaciones en paseos futuros, mas esta experiencia confirma que mucho de lo que he aprendido en los últimos meses me ayuda a dejar el lugar más limpio de cómo lo encontré.
Di Vargas