Este año tuve la dicha de viajar al extranjero unas 3 veces y estoy mega agradecida con el universo por eso. No sé ustedes pero uno de mis proyectos a futuro implica viajar, viajar mucho, más a menudo y por tiempos más prolongados. Por eso me preparo desde ya para aplicar los principios del cero desperdicio en cualquier lugar que vaya; debo poder disminuir mis residuos cuando esté en movimiento.
Aunque ya he hablado de esto en paseos a la playa (aquí y acá), viajar le sube el nivel de conciencia y preparación por la duración del trayecto y el desconocimiento del área en cuestión. Jugando con estas variables, en estos viajes he aprendido 3 cosas a punta de experiencias y observación, motivando más mejoras en mi estrategia.
Evito hacer una lista de recomendaciones puntuales porque cada viaje es distinto y todavía estoy en prueba y error con mi método de viaje. Con este tema hay mucha tela que cortar, pero considero que controlo en gran parte las fuentes de basura en mis viajes al entender estas tres áreas.
1. EL TRAYECTO DE IDA:
En diciembre de 2016 despegué en un vuelo hacia México. Había alistado bolsas de tela y pañuelos pensando en reducir mis desechos en este viaje, más algo sucedió que no estaba dentro de mi radar…

Y así no más, me sirven una bandeja emplasticada por completo; el pan, el chocolate, el removedor del café, el aderezo, la salsa... ¿Cómo no se me ocurrió considerar la comida del avión de ida y regreso? Ya en el momento no hay nada que hacer, dispuse de la bandeja como es de costumbre, pero quedé con la oportunidad en mente.
Con esta llamada a Tierra, me preparé mejor para el siguiente vuelo, aprendí que se permite pasar semillas y frutas por la seguridad del aeropuerto. Compré snacks con antelación y cargué un vaso. Ya en el avión, la azafata me sirvió café y refrescos en el vaso sin mayor novedad.
Ahora sigo planificando la comida del viaje de ida y un par de meriendas con antelación, pensando en la duración del trayecto y la facilidad de transporte. Lo que mejor me ha resultado hasta el momento son frutas, panes y semillas o frutas deshidratadas y de tomar siempre agua.
2. ARTÍCULOS DE USO PERSONAL:
Con los artículos de uso personal, yo espero que no se rieguen en la maleta para no tener que usar bolsa plástica ni por si acaso. También espero que sean compactos para aprovechar el espacio al 100% y que pasen por la seguridad del aeropuerto.
Resulta que el primer shampoo sin plástico que compré venía en un recipiente de aluminio, el cual no era hermético, entonces se filtraron restos de shampoo por haber empacado justo después del baño. Y para peores, la delgada lata se dobló en el transporte por algún golpe, incluso la barra de shampoo se partió y se regó. O sea, no era la mejor opción para viajar.
Desde entonces, he conseguido armar mi kit de cuidado personal para viajes con opciones libres de derrames y sobre todo son compactas. Casi todos los artículos están ligados con el tema de la sostenibilidad y sus envases son retornables o reciclables (tengo que ocuparme de un par de cremas en botella plástica que se colan por ahí). Todavía falta usar este paquete un par de veces más para adecuarlo mejor a la realidad de los paseos, pero por el momento lleva buena calificación.
Otro día con más tiempito hablamos en detalle sobre esto.

3. SIEMPRE HAY COMIDA:
Si, vamos a hablar de comida de nuevo. LA COMIDA ES IMPORTANTE.
En un viaje normalmente no vamos pensando en los empaques de la comida, cuando se tiene antojo simplemente se opta por el snack por excelencia (un paquete de papitas y una botella de gaseosa) y se sigue con el día.
Creanlo o no, hay más opciones de comida sin empaque que las que creemos. Empezando por el Aeropuerto Juan Santamaría, con una gama de chocolates y panes para darse gusto, ya es una preocupación menos. De ahí en adelante se pueden encontrar opciones sin empaque en prácticamente todo lado: comida callejera, mercados y supermercados. Camino y presto atención a las vitrinas y, en todo caso, siempre hay una panadería cerca (esas son una salvada).
Por eso, en mi equipaje cargo el set de cubiertos, recipientes tipo tupper pequeños o medianos, bolsas de tela de distintos tamaños, no puede faltar mi botella, un par de pañuelos, cosas por el estilo. Los uso tanto para comer en el momento como para prevenir otros recorridos del viaje. Por ejemplo, los pañuelos me ayudaron a comer tacos en la calle en México. Por su lado, los recipientes y bolsas sirvieron para abastecerme de pancitos para el viaje de 9 horas de regreso de Nicaragua en bus y para el desayuno en el Airbnb en NY.
Me da gusto hacer estos pequeños esfuerzos para controlar las muchas oportunidades de generar basura que hay. En todo lado encuentro motivos para seguir con estas acciones y aprender a lidiar con la basura viajera, optimizando mis herramientas cada vez más.
Prefiero hacer todo esto que aportar a las montañas de botellas de agua tiradas en la cima de la Pirámide del Sol y porque no seré yo la que arruine el paisaje dejando que ese empaque de papitas flote en Laguna de Apoyo.
Di Vargas