¡Qué rico llevar la ropa a tallar!
Ahora más que nunca he disfrutado de ir a mi costurera a ajustar mi ropa. Claro que ya tenía la costumbre de visitarla, solo que su función ha sido clave en este momento por los parámetros que he establecido con mi ropero.
La historia es que en marzo inicié un reto personal de pasar 1 año sin comprar ropa, ni nueva ni usada, por lo que me la he tenido que jugar con lo que tengo. Por ese lado, no he tenido mayor dificultad y hasta he donado piezas que no uso.
Sin embargo, dado que mi nueva manera de comer me hizo bajar significativamente de peso, la mayoría de mis pantalones me quedaban gigantes y ya eso de andar como bolsa de chorrear café no me estaba gustando.
Para dar una idea de lo flojos que me quedaban, en algunos de mis pantalones redujeron hasta 4 tallas entre cintura y piernas. O sea, Dianita perdida en un mar de tela. Digo, lo flojo no es malo (es súper cómodo), solo que ya se me caían los pantalones y una no puede andar por la vida asi.

REPARAR LA ROPA ES DE LO MEJOR
De fijo lo primero es que ayuda al ambiente. La industria de la moda es de las que más contaminan a nivel mundial, no solo por el proceso de manufactura, si no también por el modelo de consumo rápido al que nos acostumbramos. Este fomenta el descarte continuo de ropa luego de poco uso o hasta sin estrenar, o sea, es una pérdida total de recursos. Al reparar prendas antes de considerar descartarlas le doy un empujón a la vida útil de lo que ya he comprado y atrasa/evita que vaya al relleno sanitario tan fácilmente.
Otro aspecto positivo es el ahorro de dinero. En este tema hay dos maneras en las que me beneficio:
Ahorro por no invertir en algo nuevo: en esta ocasión reparé 15 piezas entre enaguas, pantalones y camisas. Pónganle el precio que quieran si tuviesen que invertir en esa cantidad de prendas nuevas nuevas y hágan la matemática. Siempre representará un gasto importante para sustituir dicha cantidad. Ni siquiera comprando de segunda mano podría haber remplazado todas estas piezas de una vez por lo que pagué y de todas maneras ese recurso está fuera de mi rango de acción hasta marzo que acabe el reto.
Ahorro por aumentar la vida útil de la ropa ya pagada: es simple, si un pantalón cuesta 20.000 colones y me lo pongo 1 sola vez, habré gastado mucho por una salida. En cambio si se usa 20 veces, cada puesta vale 1.000 colones y así sucesivamente hasta que se reduce el monto a nada. O sea, se le saco. Si tuviese que sumar el costo del mantenimiento, este es mínimo en comparación con el tiempo que seguiré usando mi ropa.
Finalmente uno de los grandes beneficios es que extiendo el tiempo de disfrute de mi ropa. En este momento tengo un conjunto de pantalones que me encanta. Aunque los objetos van y vienen, me trae felicidad poder usar estas prendas por más tiempo. No puedo negar que me siento contenta cuando me visto con la ropa que le gusta, que me hace sentir bien y, ahora, que me queda a mi gusto.


Faltan 3 meses para terminar mi reto, gracias a la existencia de mi costurera dudo que necesite salir corriendo a remplazar ropa por que me quede mal tallada.
Di Vargas