Siempre se habla de que el año nuevo es el momento perfecto para definir objetivos, establecer la ruta hacia tu vida ideal y tomar acción con los aires frescos de enero.
Estoy segura que mucha gente quiere otro rumbo, no sabe exactamente cuál, pero sabe que debe cambiar algo en su vida pronto. ¿Pero qué? ¿Hacia qué? Imaginar toda una nueva vida es un reto, y mayor reto es dibujar la línea que podría acercarte a ella.
El problema es que al no tener esa imagen definida, es muy probable que no se tome acción. Y empieza el estrés porque nos quedamos estancados en las circunstancias que quisieramos cambiar. Digo, es válido no saber cómo se vería el mundo ideal, lo inaceptable es permanecer sobre una espina, soportando el malestar de cada día.
Yo duré mucho en darme cuenta que no lograba definir metas ni tenía motivación para seguir luchando por las que tenía porque primero ocupaba enfocarme en resolver las situaciones que no me dejaban visualizar mi futuro.
Debo decir que lo que más me ha servido para tener claridad es actuar sobre las cosas que no me gustan de la actualidad, o que no me gustaban hace un año o más. Esa vida nueva ocupaba primero que dejara de lado parte de la actual.

REACOMODANDO MI PATRÓN
Supe que quería abrirme espacio hacia un estilo de vida en el que NO manejara 3 horas al día para ir a mi trabajo, NO pasara tanto tiempo sentada (las horas laborales + las horas presa) y que mis deudas NO me obligaran a un cierto ingreso de acá a que me muriera. Acá soné muy milennial, pero diay, es lo que es.
Una vez definido lo que no quiero, decidí atacarlo. Me di el permiso de hacer cambios significativos en un corto periodo de tiempo. Decidí resetear el ritmo de vida que llevaba. Cancelé planes, cambié de domicilio, cambié de empleo. Sin más que detallar, fue un año entretenido en el que pude moldear mi horario y modo de vivir alejándome de los puntos que me estresaban.
Quise contar esto porque en el proceso de decidir cómo resolver mis asuntos, lo que más me preguntaban era "¿qué vas a hacer?" y yo solo podía contestar "no lo sé, solo sé lo que no quiero".
Actuar con base en eso ha marcado la diferencia. Cuando se me presentaron oportunidades, supe qué línea no seguir.
Ahora no me traslado para trabajar, tengo más tiempo libre y no obtuve deudas, más bien reduje la única que tengo. Las horas sentada siguen siendo igual, pero se compensa porque ahora soy más activa y está en mi aprovechar el tiempo extra.
¿Para qué tanto cuento?
La vida es muy corta para continuar en trabajos, relaciones o lugares en los que no estamos a gusto, aunque estén dentro de un estándar de bienestar. Para estar mejor no siempre se necesita escalar una montaña hacia una meta, a veces es mejor salirse del camino por un tiempo.
Di Vargas