En mi apartamento el gato ha estado echado con respecto a las compras de comida este principio de año. Tuve mi reserva de sobras de las fiestas y los tamales me alcanzaron como hasta el 5 de enero. Al ver que el refrigerador quedaba cada vez más vacío, decidí que era momento de acabar con todo.
Cuentan por ahí que el 20% de lo que compramos de comida termina en la basura y no me extraña. Cuando hacemos compras, pocas veces consideramos lo que ya tenemos en casa a medio podrir y al acomodar las compras, escondemos si querer ingredientes o seguimos acumulando latas de reserva (porque de por si aguantan rato). Mezclamos lo viejo con lo nuevo y perdemos rastro del ciclo de descomposición de nuestra comida.
En esta línea, en mi caso particular, he notado que me doy permiso de botar comida por tener compostera. En el último año he intentado comer todo lo que compro, sin lograrlo muchas, muchas veces. Aunque la compostera convierte los restos en abono, es una falsa justificación para no sentir vergüenza por botar comida. Pero es lo mismo al final de cuentas.
Como mucho en el tema de cero desperdicio, la solución se encuentra yendo un paso antes: al consumo del producto y al aprovechamiento del recurso. De este modo, acabar con absolutamente todo lo que hay en la alacena restablece la base de consumo para las siguientes semanas. Esto significa no hacer una compra significativa de comida hasta que todo o casi todo se haya acabado.
Por ejemplo, en estos días descubrí una lata de garbanzos, una caja de leche y un frasco de palmito sin usar. No los compré pensando que fueran reserva, pero así se han quedado, guardados por semanas. De haber seguido comprando sin tomar en cuenta esos ingredientes primero, ahí seguirían añejándose.

Lo que más me ha gustado de este ejercicio es que activa la creatividad. Al jugar con pocos elementos, rompemos la relación entre los ingredientes que conocemos y buscamos nuevas alternativas. En lugar de cocinar lo mismo de siempre por costumbre, nos obligamos a ver más allá con los 3 ingredientes locos a la mano.
Inicialmente, los ingredientes que tenía eran completamente al azar y no tenían relación aparente entre ellos. Pero me equivoqué. En la última semana me di cuenta que tenía suficiente para hacer chili con carne, postre de plátano con kiwi y chocolate, humus, pan plano, berenjena con salsa de espinaca y 4 maneras diferentes de hacer huevos para el desayuno.
Mmm… Voy a tener que hacer esto más a menudo…
Finalmente con los estantes vacíos.
Ahora si, vamos al siguiente paso: planificar mis compras de comida.
Di Vargas