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SEÑORA DE MI HACIENDA

Al ver por la ventana de mi oficina de altura, encuentro el verde de colinas repletas de matas de café. En la calma de la montaña, alejada de centros urbanos, destaca el canto de las aves, silba el viento, nos cubre la neblina. Paso acá bastante tiempo. Mi finquita alquilada.

El ritmo del día es más notorio, por lo menos para mí. Desde los celajes al amanecer con el sol llamando a despertarse, los cambios abruptos del sol y la lluvia, calor y frío, hasta caer la tarde con rojos, rosados, azules, grises, dorados, anaranjados… La inminente oscuridad de la noche. Grillos, escarabajos, palomillas, luciérnagas dentro de la casa. Que no se te ocurra encender la luz.

Y digo que el ritmo del día es más notorio, no solo por lo que se observa y se disfruta, sino por el gusto de permitirle indicar en qué puedo dedicar mis horas: sol para trabajar fuera en desyerbar, secar ropa, darle la vuelta a la compostera, bañar a los perros, salir ligera a tomar el bus, ir por comida. Lluvia para descansar, limpiar adentro, escribir, leer a la par de una ventana, cocinar, arroparse con un café chorreado.

¿QUÉ TIENE QUE VER ESTO CON LA REDUCCIÓN DE MATERIALES DE DESECHO?

En los últimos 3 meses he hecho el experimento de no visitar el mercado de Alajuela. Más o menos desde el video del último artículo. A falta de opciones de granos y especias sin empaque en Poás y Grecia, hemos comido poco de eso.

También he dejado de comprar enlatados en el supermercado que era el comodín para complementar la dieta (no compro tetrapack ni botellas plásticas). De verdad me da mucha pereza encargarme de esos materiales, no quiero dedicar mi tiempo a lavarlos, así que mejor no los produzco.

En resumen, hemos pasado a punta de papas, chayote, zanahorias, las pocas especias que nos quedan, lechuguita y cosas así. Mínima carne, menos huevos, cero mantequilla, poca leche, mucho pan.

Para rematar, tener carro es un mega privilegio que facilita el tour de abastecimiento desde mi casa al súper (10 minutos en carro, 30 minutos en bus) o al mercado sin pensar en el peso de mis bolsas (30 minutos en carro, hora y media en bus).

Acá no hay nada “eco” ni libre de plástico para productos de cuidado personal y de limpieza, entonces el carrito me ha ayudado a pasar a Bioland en Multi cuando hago tour por San José (ni les digo la ruta en bus) y ejemplos similares no sostenibles en el tiempo, más si me sigo alejando de Chepetown.

¿QUÉ PASA SI…?

¿Qué pasa si no tengo carro, si se va la red de electricidad y si no hay agua? ¿Y si no puedo refrigerar? ¿Y si no tengo dinero o cómo retirarlo del mundo digital (como en Puerto Rico con el huracán María)? ¿Qué hago?

Digamos que se viene el apocalipsis zombi… ¿Sabría cómo conseguir comida, filtrar agua o hacer un refugio? ¿Sabría curar una herida asaltando o no una farmacia abandonada?

¿Y si puedo yo proveerme lo que ocupo y me gusta para vivir en mis metros cuadrados inmediatos sin depender de abastecedores convencionales SIN necesidad de que un desastre natural o colapso del sistema me obligue a hacerlo?

HABILIDADES UNIVERSALES Y AUTONOMÍA

Manda huevo que los humanos prosperamos por la agricultura y ahora a nadie le gusta ensuciarse las manos y hasta se insulta la finca que nos da de comer.

Me he antojado de sembrar, generar mi propia comida o parte de ella (no lo he hecho). Llevamos 6 meses de estar acá con un lote libre para huertear… ¡YA PUDIMOS HABER TENIDO LA PRIMERA COSECHA!

Cultivar esas habilidades universales, independientemente del “desarrollo” de los pueblos o del acceso a sus servicios. Recuperar el conocimiento que traíamos / que traemos como animalitas de la creación que somos, conservar alimentos una temporada, saber hacer jabón, desinfectante, resolver las necesidades básicas de nuestra vida.

Antes de tener huerta y prescindir de los servicios convencionales, aconsejan acumular unas cuántas habilidades para sobrellevar mejor el cambio.

Si hablamos de cultivar, la tierra nos da más de lo que podemos consumir, entonces ocupo saber qué hacer con esa comida aparte de regalarla o venderla: ¿Qué cocino? ¿Cómo conservo en cantidad?

-Ya me hice un lavaplatos con vinagre y cáscaras de naranja: mejoras pendientes.

-Ya tengo una base para los encurtidos: mejoras pendientes.

-Tengo compostera: ampliación pendiente.

-Ya hice un licorcito de naranja de esos que se dejan en lo oscuro unas semanas: a medio consumir.

-Ya tengo 10 plantas con función: culantro de coyote, orégano chino, curry, stevia, menta, clavelina, juanilama, lavanda, citronela y un chilito dulce que da un minichilito cada 2 meses: urge seguir llenando el espacio de verde comestible.

Sin importar el tiempo que vaya a permanecer acá o en cualquier lado, lo que siempre estará conmigo son las habilidades para proveer lo más posible por mí misma desde la huerta o con proveedores locales para montarme una súper alacena (como esta gente de este video), siendo urbana o hermitaña.

Imagino qué sería tener una bodega de leña para no ocupar el gas o la eléctrica. ¿Cómo la obtendría? ¿Con qué ritmo cocinaría durante el día? ¿Qué hago por la noche?

No sé qué va a pasar en general, soñar es permitido, pero espérense a que tenga mi servicio sanitario seco de composta y mi enjambrillo de abejas. Solo faltaría aprender a hacer mis propias candelas dado que no me atrae el panel solar.

Mientras tanto, les dejo a amigos ticos jóvenes en sus finquitas.

Yo me conformo con una cama bien hecha o algo rico en macetas.

Sigamos adelante deeeees-pa-cito.

Diana


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